Diana y Acteón, Tiziano, óleo, 1556-1559.
Estudiar la iconografía del arte a nivel simbólico nos ayuda a comprender cómo se han ido construyendo los estereotipos en torno al género, destacando como objeto de estudio las imágenes relacionadas con la sensualidad y el erotismo que han recaído mayormente en la figura del desnudo femenino, resaltando a la mujer como objeto de deseo. El arte sobre mitología, principalmente grecorromana, ha sido un pretexto perfecto para explotar el género del desnudo sin tantas complicaciones morales, ilustrando a través de diversas escenas la interacción entre hombres y mujeres para asimilarlos, dentro de un contexto de género.
El mito de Diana y Acteón es una historia muy interesante, pues nos adentra a un momento de intimidad que podría interpretarse como una provocación por parte de la mujer o violencia por parte del hombre, cuyo desenlace puede entenderse como una consecuencia ante la defensa de una mujer que muestra su fortaleza como diosa.
Ovidio narra en el libro III de las metamorfosis que Acteón era uno de los mejores cazadores instruido por el centauro Quirón (quien se encargaba de adiestrar a grandes héroes). Un día mientras Acteón disfrutaba de la cacería, encontró involuntariamente un cuerpo de agua donde descansaba la Diosa Diana desnuda mientras sus ninfas le daban un baño. El joven se acerco para contemplar la belleza de la escena, por lo que las ninfas se percatan de ello y corren a cubrir a Diana con sus cuerpos. La diosa enfureció al sentir profanada su privacidad, convirtiendo a Acteón en un ciervo para que sus propios perros de cacería lo devoraran.
Una vez que los animales habían devorado a su amo, comenzaron a buscarlo sin conseguirlo, por lo que Quirón construyó una estatua de bronce de Acteón para consolar a los desorientados animales.
Si hacemos un análisis desde un contexto clínico, un voyeur o voyerista, es aquella persona que siente placer o excitación sexual al observar personas desnudas o realizando alguna actividad sexual y aunque la curiosidad de observar no puede ser motivo de maldad en sí misma, pues son pulsiones de nuestra propia naturaleza que se manifiestan desde la adolescencia. Esta conducta termina convirtiéndose en una patología cuando los comportamientos, deseos o fantasías de la persona provocan un malestar clínica de mente significativo, pues el tiempo que invierte en saciar esta necesidad de ver, le obstaculiza atender sus actividades diarias y se complica más si causa daños a terceros.
La mayoría de las representaciones de la sensualidad en el arte, están retratadas desde el punto de vista masculino, donde el erotismo recae en la imagen de la mujer cuando es violentada o en algún momento de vulnerabilidad, normalizándose este tipo de actos por la concepción de la mujer como provocadora.
Ante una sociedad que se comunica a través de imágenes debemos ser más críticos y reflexivos con respecto al contenido visual que se nos expone y más consientes sobre la sobre estimulación de imágenes que nos rodean y que son consumidas por la juventud, para dejar de arrastrar el canon histórico de los estereotipos con los que nos concebimos y educando en valores como la igualdad de género.
A continuación, una serie de obras que ilustran el encuentro.
Diana y Acteón, Louis Galloche, óleo sobre lienzo, 1725.
Diana y Acteón, Giuseppe Cesari, óleo, 1606.
Diana voltea a Acteón, Hendrick Van Balen, óleo, 1605.
Diana y Acteón, Jacob Jordaens, óleo, 1640.
Diana sorprendida en su baño por Acteón, Camille Corot, óleo, 1836.
Diana sorprendida en el baño por Acteón, Eugene Delacroix con Pierre Andrieu, óleo, 1856-1863.
Acteón atacado por sus perros, Paul Manship, escultura en bronce, 1925.
Artemisa matando a Acteón, pintura ornamental, 470 a. C.
Ballet de Diana y Acteón con Yolanda Correa y Joel Carreño.
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