Panteón de Urrutia Miro, Barcelona España.
Se considera monumento funerario a aquellos monumentos construidos para hacer conmemoración fúnebre y honrar la vida de la persona a quien esta dedicado.
Se habla de una tumba o sepultura, si el monumento contiene la presencia de un cadáver. Puede ser un cenotafio, si el monumento no contiene el cadáver, pero simula una tumba o tratarse de un memorial o monumento conmemorativo, si únicamente es un lugar de recuerdo, sin referencia sepulcral.
Existe un tipo específico de monumento que solo contiene mínimos restos de un cadáver o de varios cadáveres: los relicarios, que contienen reliquias. Estos suelen ser arte mobiliar, pero también los hay de grandes dimensiones, incorporados a la decoración de las iglesias.
Las primeras civilizaciones urbanas y los grandes imperios de la Edad Antigua se caracterizaron por la obsesión de la vida después de la muerte, que tuvo su más alto grado en la arquitectura funeraria del Antiguo Egipto, China y Roma (por mencionar algunas), destacando las columnas de Trajano y de Marco Aurelio son también monumentos destacados.
Los enterramientos regios en las civilizaciones de la América precolombina se hicieron con el propósito semejante de alcanzar la eternidad, y con comparable sofisticación artística a las demás civilizaciones.
El fortalecimiento del poder de las monarquías (paso de las monarquías feudales a las monarquías autoritarias y a las monarquías absolutas) no vario los usos funerarios cristianos de la Baja Edad Media (enterramiento en espacios destacados y capillas de determinados templos o monasterios), con estructuras escultóricas cada vez mayores, en respuesta a la competencia por el prestigio de las familias nobles y demostrar un estatus social.
Al hombre del siglo XIX le preocupa sobre todo que su recuerdo se perpetúe; de ahí la proliferación también en el Romanticismo de numerosos monumentos funerarios, en los que se resaltan las virtudes del difunto.
En las dos primeras décadas del siglo XIX son más numerosas las escenas de lamentación, pero, poco a poco, hacia 1840, van ganando terreno las figuras yacentes o los relieves donde se hace hincapié en el concepto de separación. Generalmente, el superviviente se recoge ante la tumba del fallecido. Estos relieves deben mucho a la antigüedad; Houdon y Canova fueron los artistas que más contribuyeron a su difusión.
Las artes figurativas son muy importantes en los contextos funerarios. Inicialmente cumplían una función similar a la de los ajuares funerarios: propiciar algún tipo de vida eterna o inmortalidad o protegerse de ella. Entre los objetos más comunes de los ajuares funerarios están todo tipo de alimentos y productos de lujo y prestigio: las armas, las joyas, la cerámica y los tejidos (que suelen tener muy deficiente conservación). Las máscaras mortuorias reproducen los rasgos del difunto, modelados sobre los del mismo cadáver. La escultura funeraria las reproduce en tallas de madera o piedra, o en bronce. La pintura funeraria reproduce todo tipo de escenas de carácter religioso o de la vida cotidiana; especialmente con la técnica del fresco sobre las paredes de la tumba.
A continuación, una selección de monumentos y obras funerarias que ilustran el tema.
Monumento funerario de Cristóbal Colón en la catedral de Sevilla.
Columna de Trajano en Lacio, Italia.
Pirámides de Giza en Egipto.
Cenotafio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta, Basílica de San Vicente de Ávila.
Sarcófago de Astorga MAN, Madrid.
Panteón Real en el Monasterio de Santa María la Real de Nájera La Rioja.
Transi de Renato de Chalon. Iglesia de Saint-Étienne en Bar-le-Duc, Francia.
Tumba de Phillippe Pot, capilla de Sint Jean Baptiste, Francia.
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