Las credenciales no forman a un artista, pero sin duda el pasado y trabajo de Franco podría definirlo.
Queen es una de las bandas más importantes de la historia y Brian May es considerado uno de los mejores guitarristas, pero también tiene un doctorado en Astrofísica que lo ha convertido en una de las figuras ejemplares del rock. Greg Graffin nos recuerda que Bad Religion puede hacerte sentir el punk en las venas, pero también que es un experto que goza de un doctorado en antropología y geología por parte de la UCLA. Músicos que viven de lo que otros consideran ruido, que han ido en contra de las reglas y buenas costumbres, pero que también tienen logros académicos envidiables.
Músicos admirados de los que nadie dudaría de su talento y cuyas asignaturas se convierten en medallas que sus fans presumen. Pero si eso pasa en la música, ¿por qué en el mundo de la actuación parece suceder lo mismo? Es conocido que muchos actores intentan salir de su zona de confort y se convierten en un chiste de si mismos, pero hay otros que hacen un buen trabajo y son menospreciados por la crítica. Pensemos en Scarlet Johansson y su grandioso álbum debut, en Michael Cera y su experimental pero memorable disco, y claro, el extraño y ecléctico trabajo artístico de James Franco.
Procedente de Palo Alto, California, considerada una de las ciudades más caras de Estados Unidos y una de las que cuenta con el indice de educación más alto del país.
Franco siempre destacó en el ámbito artístico gracias a sus padres, liberales e intelectuales que dieron a sus hijos la mejor educación artística que pudieron.
Él, desde la preparatoria comenzó a pintar y poco después a actuar; a pesar de que quería estudiar biología marina al final terminó por estudiar Letras en la Universidad de California, pero la dejó poco tiempo después para seguir su carrera de actor. Sin embargo, con el paso de los años y una exitosa carrera como actor, regresó a terminar la carrera de literatura y además estudió Escritura Creativa, Cine, Ficción Literaria y Poesía.
Las credenciales no forman a un artista, pero sin duda el pasado y trabajo de Franco podría definirlo. Es en su estado de actor consagrado (aunque sus trabajos dramáticos no estén nada cerca de personajes como Marlon Brando, Jack Nicholson o Daniel Day-Lewis) que se ha ganado el respeto en el séptimo arte, pero al mismo tiempo esa cualidad se rehúsa a instaurarlo en las altas esferas del arte plástico, performance e incluso en el gremio literario.
La actuación es un arte y Franco se ha desarrollado de buena forma. Ya fue nominado a un premio de la academia y aunque no es una entrega que consagra al arte de la actuación sino algo que obedece a muchos otros intereses, le da cierta reputación. Además ha llevado su obra a distintas galerías en Estados Unidos y Europa. Ha publicado distintos libros de poesía y cuentos, colocándolo como uno de los pocos actores que se han aventurado a adaptar las grandes obras maestras de escritores como William Faulkner y Cormac McCarthy.
Un ser ambivalente que se mueve entre expresiones, llegó a firmar su "Roast" de Comedy Central llamándolo su más grande performance (juego de ironías o un simple chiste) cuando pocos años antes fue de los primero famosos contemporáneos en interesarse en el trabajo de Marina Abramovic.
La idea del artista radica en su trabajo y ahí es donde se tambalea la perfección de Franco. Entre la comedia y el drama muchos pueden criticarlo pero su trabajo es sólido. Sin embargo, sus pinturas son de calidad cuestionable si no es que simplemente risibles. Entre lo pop y la ironía Franco pinta corgis gordos, actores en posiciones sexuales y caballos obesos. Su técnica no supera la de un estudiante de pintura, pero en un mundo en el que hay museos interesados en publicar la obra de George W. Bush, no se puede juzgar la técnica para definir a alguien como artista.
«Este es James Franco haciendo todo lo que su corazón desea porque los guardianes de las industrias creativas saben que todo explotará si tiene el nombre de Franco, incluso si el mismo artículo de blogspot o del periódico hacen una nota de él para atacarlo».
Brian Moylan, The Guardian
El artista antes llamado James Franco es víctima de su propio estatus, pero también es obvio que aprovechó su fama para diseñar su personalidad al gusto. Nadie duda que lea a James Joyce entre escenas de una comedia sobre drogadictos, pero de igual manera, nadie compraría una pintura de Franco a precios exhorbitantes si no fuera porque es él.
Oda a Sean Penn
In Milk, you were such
A fine homo.
And when You and I kissed
On Castro Street, it was for a full minute.
Your beard was like my father’s.
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Un ejemplo perfecto de lo que es el arte actual (y tal vez siempre ha sido así), una estrategia de mercadotecnia en la que los que saben posicionarse y jugar con las tendencias seguirán usando, mientras que alguien con talento sin precedentes, si no sabe venderse, morirá de hambre como seguramente le sucede al gran artista de nuestra generación. ¿Es James Franco un artista de verdad? Tal vez no, pero es todo lo que tenemos.
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