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Luz Jiménez, la musa del arte mexicano. Por: Minette Argüello


La escuela de pintura al aire libre de Coyoacán con Luz Jiménez posando, autor desconocido, 1922.


El trabajo de los modelos dentro del mundo del arte es muy importante y poco reconocido, ya que gracias a su labor se obtienen referencias muy precisas para la elaboración de una obra de arte cuyo objeto de representación plástica sea el cuerpo humano. Cada modelo tiene una personalidad propia que logra ser transmitida en la obra, aunque a lo largo de la historia del arte la identidad de personas que protagonizaron una gran cantidad de obras con su labor corporal, han quedado anónimos para el espectador que aprecia la obra.

Existió una mujer en el México posrevolucionario, quien, gracias a su excelente labor como modelo de artistas, logro enaltecer la importancia de este trabajo. Julia Jiménez González mejor conocida en el mundo del arte como Luz Jiménez, nació en una comunidad Náhuatl de Milpa Alta el 28 de enero de 1897. Luz fue una mujer orgullosamente indígena náhuatl, que además de su reconocimiento como modelo, logro reavivar la importancia cultural de los pueblos indígenas.

La revolución mexicana acarrearía confrontaciones entre federales y zapatistas en localidades del valle de México, que en ese entonces no formaban parte de la periferia que ahora abarca la ciudad de México. Milpa Alta se convirtió en un campo de batalla, por lo que muchas personas se ven en la necesidad de migrar a zonas más seguras dentro de la ciudad de México. Luz pierde a su padre en estas confrontaciones, por lo que su familia se instala en la ciudad para resguardarse y conseguir sustento por medio de la venta de artesanías y algunos alimentos. Cuando Luz se dispone a buscar un trabajo para ayudarse, encuentra en la academia de San Carlos un anuncio en el que se solicitaban modelos. Cuando ella preguntó en qué consistía el empleo, se le contestó que solo debía quedarse quietecita.

Trabajar como modelo representaría un importante cambio en su vida, pues la encaminaría a vincularse con importantes exponentes del arte mexicano quienes la involucrarían en la aparición de varios de sus proyectos, principalmente dentro del movimiento del muralismo, abriéndole las puertas al mundo de la cultura y el saber, un mundo que estaba muy restringido para la comunidad indígena. Era tal su carisma que se le invitó a trabajar en las escuelas de arte al aire libre de Chimalistac y Coyoacán, así como para la obra particular de otros artistas como la fotógrafa Tina Modotti.

Tuvo el anhelo de ser maestra y gracias a su desempeño como modelo, pudo cumplir este sueño, dedicándose a enseñar a quienes les interesaba aprender Náhuatl, siendo reconocida como lingüista, traductora e informante de antropólogos, lingüistas e investigadores a quienes impregnó de la cultura de Milpa Alta al hacer labor de guía de turistas para que conocieran más sobre su cultura, sobre todo en la tradición de sus diseños textiles, pues ella era tejedora de telar de cintura. Su labor como cronista le convirtió en una memoria presente en la literatura.

Después de la revolución mexicana, los artistas comenzaron a mirar a los indígenas como héroes y como emblemas de la nación, por lo que la imagen de Luz está presente en los murales de San Ildefonso, SEP, Palacio Nacional, Chapingo y obras de caballete, así como esculturas, monumentos arquitectónicos, dibujos, fotografías. Fue considerada el arquetipo de la mujer mexicana y la más representada en México extendiendo su legado como promotora de la divulgación y preservación de la lengua y cultura náhuatl de Milpa Alta.

Luz falleció a causa de un atropellamiento un 28 de enero de 1965, curiosamente el mismo día de su cumpleaños no. 65. Luz Jiménez es recordada como la orgullosamente modelo mexicana que enalteció el trabajo del modelaje para artistas.

A continuación, una serie de obras protagonizadas por Luz Jiménez.


Cortez y la Malinche, mural de José Clemente Orozco en el antiguo colegio de San Ildefonso, 1926.


La mecanización del campo, Diego Rivera, 1924.


La molendera, Diego Rivera, óleo sobre tela, 1924.


La maestra rural, Diego Rivera, fresco, 1923.


Campamento zapatista, Fernando Leal, 1921.


Fuente de los cantaros por José María Hernández Urbina, con Luz Jiménez como modelo, concreto, 1927.


Retrato de Luz Jiménez por Jean Charlot, 1924.


Fernando Leal pintando a Luz Jiménez, fotografía de 1920.


Luz alimentando a su hija Conchita, fotografía de Tina Modotti, 1926.

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