Sobre el pueblo, Marc Chagall, 1918.
Esté 2020 fue un año muy complicado en muchos aspectos, sobre todo por la pena de perder personas cercanas o conocidos como consecuencia de la pandemia por Covid-19 que arrasó con miles de vidas, aunado a la paralización de muchas actividades, lo cual tuvo consecuencias tanto económica como emocionalmente desfavorecedoras para la sociedad. Sin embargo, aún mantenemos la ilusión de que las circunstancias mejoren para este año 2021 el cual estamos a pocos días de iniciar, esperanzados en retomar nuestra vida cotidiana como antes de esta histórica pandemia y volver a ser testigos presenciales de la emoción que despiertan las actividades artísticas en nosotros como hacedores o espectadores.
Aludir a la obra de artistas como el pintor Ruso Marc Chagall y a su imaginario iconográfico de personajes flotantes en constante armonía, nos trae un halo de esperanza sobre un benéfico desenlace de esta penosa situación que nos tocó vivir este año y si nos adentramos en sus piezas más abocadas a interpretar el amor, podemos hacer un paréntesis en nuestras vidas, para ver la realidad de una manera fantasiosa y con sentido del humor.
Marc Chagall fue un pintor de ascendencia judía, con mucha presencia en la plástica del siglo xx. Durante su longeva vida fue testigo de penosos acontecimientos históricos como la crudeza de la segunda guerra mundial y la crueldad en la deportación de la población del pueblo judío a los campos de concentración nazis, de los cuales tuvo la fortuna de huir al trasladarse a Estados Unidos.
Su obra era interdisciplinaria, pues se introdujo en la técnica del del grabado, la cerámica y su pasión por la pintura. Es difícil clasificar su trabajo como tal dentro de alguna vanguardia, pues se ve influenciado dentro de varios estilos como el cubismo, el surrealismo, el expresionismo o el fauvismo. Siempre fue un artista muy experimental, pero más allá del estilo el mismo argumentaba sentirse tentado por el lado invisible e ilógico de la forma, por ello vemos ese dinamismo en sus personajes y composiciones.
Sus temas eran de carácter anecdótico, representaban la vida y costumbres judías, fondos que le recuerdan a su niñez en Rusia, pero es a partir de sus matrimonios lo que le estimulo a interpretar las imágenes de ese bello mundo fantástico de personajes flotantes que parecen ser abrazados por el fondo del cuadro como alegoría del gozo de existir, con lo que sus obras se convertirían a una invitación a la vida por las paletas de colores vibrantes que utilizaba y dotando a su contenido de un aura de alegría y esperanza, irradiando entusiasmo y optimismo característico en sus obras.
Gran parte de su vida transcurrió viviendo en París, donde pudo simpatizar con grandes artistas contemporáneos como lo fueron Picasso, Modigliani, entre otros, pero fue muy curiosa su simpatía con sus amigos poetas como Apollinaire quien le atribuía reconocimiento a Chagall como el poeta con alas de pintor e incluso ponía títulos a algunas de sus obras y fu un impulso para la comercialización de su obra pictórica.
Sus obras son muy conocidas alrededor del mundo y son muy atractivas para la población infantil sobre todo por la ejecución del dibujo. Una pintura de Chagall es una ventana a una realidad fantástica en la que podríamos encontrar consuelo para aminorar las desavenencias de este año que concluye, pues en tiempos de angustia e incertidumbre nada mejor que disfrutar de estas obras.
Techo de la Paris opera house, Marc Chagall, 1964.
Birthday, Marc Chagall, 1915.
El paseo, Marc Chagall, 1918.
Los esposos de la torre Eiffel, Marc Chagall, 1913.
París a través de la ventana, Marc Chagall, 1913.
El circo azul, Marc Chagall, 1950-1952.
Yo y la aldea, Marc Chagall, 1911.
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