Björk se rodea de talentos únicos para construir sus experiencias digitales, que presenta en México por primera vez.
¿Quiénes son ellos?
Una mujer que cree que las series son un retroceso para la humanidad, un hombre interesado en llevar los movimientos del kung fu a la realidad virtual y un ermitaño que hace máscaras en una cabaña de Islandia son algunos de los personajes que han hecho posible uno de los espectáculos más ambiciosos de Björk.
La islandesa —siempre adelantada a su tiempo— está convencida de que la naturaleza y la tecnología son casi lo mismo porque ambas, afirma, representan esperanza y movimiento hacia el futuro. Por eso se ha rodeado de gente excepcionalmente creativa y singular para llevar sus ideas al escenario.
“Quiero que las flautas suenen como una jirafa bebé albina”, ordenó Björk a su equipo durante el proceso de creación de Cornucopia, su espectáculo de teatro digital que presentará en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México los próximos 20, 23, 27 y 30 de agosto.
Las características vocales de una jirafa bebé “albina” son un enigma para cualquiera que no sea especialista en la familia Girafiidae de los mamíferos artiodáctilos.
Es aquí donde entra la mujer que cree que las series son un retroceso para la humanidad: Lucrecia Martel.
Esta cineasta argentina es fan de Björk desde que la cantante era una chica punk en la remota Reikiavik: le conoce todas sus filias y fobias. Por eso fue capaz de entender a qué se refería la artista con eso de las jirafas.
“Muchas de sus explicaciones son en ese estilo y a veces es un poquito difícil comprender lo que significa realmente”, admitió la realizadora la semana pasada en una entrevista con The New York Times.
La admiración es mutua. La compositora siempre se ha declarado fan de las películas de la sudamericana, particularmente de La Ciénaga (2001), La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008).
A ambas las hermana la polémica. Martel ha dicho que las comedias románticas de Hollywood son “una obscenidad”, que “no hay nada más fácil de engañar que un gringo tonto” y que “las series son un retroceso, fruto del momento conservador que estamos viviendo y que nos ha devuelto otra vez a la estructura mecánica del argumento”.
Igual que Björk, Martel cree que el arte debe ser una experiencia inmersiva, no un reflejo del mundo real. Justo eso es Cornucopia: un clavado a la piscina mental de Björk.
Ninguna confía en el determinismo o en los pragmatismos. En una entrevista con la revista Arcadia en 2018, Martel declaró: “la resistencia a veces te encierra en ti mismo y te genera esta idea cultural de ‘proteger’, de ‘cuidar las tradiciones’, y ahí empiezan a aparecer los esencialismos peligrosos como ‘el folclor’ o ‘el ser indígena’.
Eso empieza a obligar a la gente a ser de una manera, cuando lo propio de lo humano es la mutación, la transformación. El asunto es: ¿cómo seguir transformándose sin someterse a los discursos hegemónicos?”.
Según ha dicho Björk, su espectáculo busca terminar —mediante metáforas visuales y musicales— con las ideas hegemónicas de la vida, desde las religiones hasta el patriarcado. Es por ello que en Cornucopia todo el tiempo hay movimiento en armonía con la naturaleza. Algo que han enseñado las sabidurías orientales desde hace siglos. Es aquí donde entra el hombre del kung fu.
Tobias Gremmler es alemán, artista digital y busca trasladar la dinámica del cuerpo a las dimensiones virtuales, desde la 3D hasta la VR. En 2016 fue contratado por la International Guo-shu Association de China para llevar la milenaria tradición del kung fu al arte digital.
Ese trabajo llamó la atención de Björk porque, según ella, el kung fu es la disciplina que mejor ha entendido la armonía entre el cuerpo y la naturaleza.
Una idea que quedó muy clara en el video de su canción, Tabula Rasa, dirigido por Gremmler, quien explicó que su intención fue exponer mediante alucinantes metáforas visuales la relación que persiste entre los hombres y las fuerzas naturales que sostienen al planeta.
No son pocos los que llaman a Tobias el “primer exponente de la sicodelia digital”. El aliado perfecto para una artista que ya no piensa en discos o conciertos, sino en apps o experiencias inmersivas.
Para que el equipo sea del todo perfecto hace falta el ermitaño que trabaja en medio de la nada. Se trata del británico James T. Merry, su colaborador más cercano. Trabaja con ella desde 2009 y es el creador de sus oníricas máscaras, algunas de ellas elaboradas en oro o maderas finas. Es autodidacta y comparte con Björk su gusto por las criaturas fantásticas del océano.
A menudo interviene logotipos de grandes marcas porque quiere “fertilizar lo estéril”. Se describe a sí mismo como un “reinterpretador visual de la biología” y es quien le otorga “el toque humano” a los espectáculos de la islandesa.
“La verdadera calidad de la experiencia está predeterminada por el contenido emocional de la pieza. Son los artistas los que tienen que poner la espontaneidad y la fertilidad en la tecnología, no al revés”, dijo en una entrevista con MOR.BO en 2017.
Cornucopia es todo un pasaporte al futuro. Uno bastante bizarro.
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