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Ángel Zárraga, el muralista mexicano que dejo huella en Europa. Por: Minette Argüello


Ángel Zárraga, Amémonos los unos a los otros, 1926.


En el marco del mes de las fiestas patrias en México, es importante seguir destacando el nombre de importantes artistas mexicanos y sus aportaciones en el mundo de la cultura y las artes. En este caso resaltaremos el trabajo de un artista que aprovecho la oportunidad de instalarse durante varios años en Europa para empaparse del mundo cultural del viejo continente y sembrar ahí los frutos de una prodigiosa carrera artística, pese a que ello le restara el reconocimiento en México como el que tuvieron sus contemporáneos.

Ángel Zárraga y Argüelles fue un Pintor y poeta mexicano nacido en Durango en 1886. Proveniente de una acomodada familia, se instalan en la ciudad de México donde el joven artista tiene la posibilidad de recibir educación en el colegio de San Ildefonso y posteriormente en la academia de San Carlos, teniendo orientación y contacto con importantes figuras públicas, políticas y culturales de México como Justo Sierra, José Ma. Velasco, Julio Revueltas, Diego Rivera, Saturnino Herrán, entre otros, con quienes inicia un movimiento cultural llamado el Ateneo de la juventud, en el que colaboro a través de sus escritos sobre poesía, crónicas y ensayos sobre cuestiones artísticas, además de recibir el apoyo de la revista Moderna que publicaba sus dibujos.

Gran parte de su vida transcurrió en Europa a donde llegó en 1904, estableciéndose ahí por tres décadas para profundizar en su vida académica y profesional como pintor, siendo Paris donde paso la mayor parte de esta estancia y donde tuvo sus mayores acercamientos con las vanguardias artísticas como el impresionismo, el cubismo, el art Deco y el simbolismo, estudiando al lado de importantes maestros como Renoir y Rodin. Posteriormente fue acreedor a participar en importantes exposiciones a lo largo del continente y la comisión de varios trabajos como la decoración de la embajada de México en Paris. Fue esta larga ausencia de su país, el motivo por el que no se hizo muy conocido dentro de los maestros más representativos de la plástica mexicana.

Ante los avances del socialismo entre 1939-40, se ve en la necesidad de regresar a México después de recibir amenazas de muerte tras su participación en un programa de radio en el que hablaba en contra del nazismo. Una vez en México tiene la oportunidad de incorporarse al mundo de la plástica mexicana a través de comisiones como el mural en el club de banqueros en 1941 y en 1943 sus murales más representativos en el país para la catedral de Monterrey. Murió de Neumonía en 1946, dejando inconclusos los murales planeados para la biblioteca de México en la ciudadela.

Analizando su trabajo plástico, en muchas de sus obras se nota una clara influencia del arte italiano y los grandes maestros del clasicismo europeo. Su obra tránsito por varios estilos a través de sus distintos periodos de producción en dibujo, pintura y obra mural, destacando sus acercamientos al cubismo, para posteriormente retomar el arte figurativo impregnado de una marcada influencia del simbolismo aplicado en sus temas como el estudio de la figura humana, el arte sacro, sus alegorías donde resalta a la mujer como creadora de mitos y el deporte como manifestación de la alegría de vivir a partir de su afición al futbol al que convirtió en un símbolo del siglo XX a través de sus pinturas donde captura el movimiento y dinamismo de los deportistas.

Como muralista sus preocupaciones temáticas estaban muy alejadas a las preocupaciones sociales de Rivera, Siqueiros y Orozco, pues el simbolismo europeo que acuña en su obra es el resultado de una búsqueda propia, personal y espiritual en virtud de su catolicismo para resignificarlo y nutrir su iconografía. Ejemplo de ello lo encontramos en una de sus obras más inquietantes “su exvoto a San Sebastián”, donde encuentra el pretexto perfecto para mezclar un tema religioso con el contexto erótico del cuerpo humano. Recordemos que los exvotos son encargos de una obra plástica en agradecimiento místico a un favor recibido por alguna santidad y San Sebastián es uno de los mártires mayormente representados para plasmar el desnudo masculino. Más que un exvoto esta obra es considerada una provocación ante la figura femenina que ora junto a él.

La manera en la que aborda sus temas demuestra que no es un pintor tradicional, sino que es un pintor versátil por esta transición entre el modernismo y la vanguardia. Fue gracias a su trabajo plástico que posiciono en Europa a su estado y a la nación mexicana dentro del mundo de la cultura y el arte.

A continuación, un breve recorrido de su trabajo plástico.


La mujer y el Patiño, 1909.


La bailarina desnuda, 1907-1909.


Exvoto con San Sebastian, 1912.


La poesía, 1917.


Las bañistas (homenaje a Tintoretto), 1920.


Las tres gracias futbolistas, 1922.


La anunciación, 1938.


Retrato de Mademoiselle Marcelle Schmidt.


Una niña aprendiendo la historia.

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