top of page

El arte de retratar nuestro poder adquisitivo. Por: Minette Argüello


Willem Claesz, trozo de pastel de carne picada, 1635.


A lo largo de la historia del arte, el bodegón ha sido un género pictórico muy abordado en diversos estilos y corrientes. Se le conoce también bajo el término de naturaleza muerta, por lo que se podría pensar que se trata de la representación de objetos orgánicos sin vida o en descomposición, pero es todo lo contrario, ya que ilustra objetos inanimados acomodados de una manera estéticamente atractiva en un espacio determinado. En ocasiones suele representar animales de caza para complementar la escena.

Los primeros antecedentes de este género de arte los encontramos en las decoraciones ornamentales de la cultura romana y las tumbas de la cultura egipcia. Los egipcios pensaban que decorando las tumbas con los objetos que acompañaron a la persona en vida, se harían reales en el más allá. El género se volvió universal a lo largo del tiempo representándose por medio de varias técnicas desde el fresco, el temple, el óleo, la acuarela, el acrílico, el grafito, los pasteles y la fotografía.

Desafortunadamente durante mucho tiempo este género fue menospreciado como un arte de menor jerarquía y poco prestigio ya que la mayoría de los artistas lo utilizaban para iniciarse en la práctica y estudio de los objetos tridimensionales, así como ejercicio compositivo en cuanto a la selección y acomodo de objetos a merced de la iluminación para su representación en un soporte. Al ser las obras catalogadas por jerarquías, eran las de temas históricos o mitológicos las que más trascendencia tenían. Fue particularmente en el renacimiento cuando el género del bodegón fue devaluado como menor, ante la proliferación de la pintura religiosa y el retrato.

A simple vista podría pensar que el bodegón es una obra de fácil comprensión y que en el instante en el que se observa a la obra queda entendida por mostrar objetos comunes. Sin embargo, hay un contexto detrás de la obra que enriquece su significado, comenzando por la manera en la que se acomodan los elementos para generar una composición que seduzca al espectador. Una vez iniciado el trabajo, los objetos son retratados tan minuciosamente que requerían de varias sesiones para trabajar en la obra, por lo que la materia orgánica como frutos y flores se echaban a perder, teniendo que reemplazarlos constantemente sin que nadie pudiera consumirlos.

Por otro lado, el bodegón describe información muy interesante sobre el comercio antes de la industrialización y la producción en masa, pues en el podemos apreciar extraordinarios objetos o productos de importación y exportación como el caso de la porcelana, telas, quesos, frutos, permitiendo también apreciar las estaciones del año como se aprecia en las pinturas de flores de temporada. Además de integrar curiosos elementos semióticos para enriquecer el mensaje de la pieza como una vela consumiéndose o un reloj que refieren a la fugacidad de la vida o en el caso de los cráneos evocan a la expresión “Memento mori” (recuerda que morirás) que en relación al tema del bodegón su significado se extiende a que no importa cuánto poseas en esta vida, al final todos vamos a morir.

El género se popularizó durante el siglo XVII por medio de la pintura de vanidad o vanitas que aparte de comida, incluía objetos de valor como vajillas de porcelana, joyería, estatuas, instrumentos musicales, científicos, insignias militares, ornamentos en plata, etc. Obedeciendo a este impulso de mostrar todo lo que tenemos a través del poder adquisitivo, manifestando así el estatus social de quien hace el encargo de la obra.

Para el siglo XX hay mayor libertad para interpretar el tema, sobre todo entre los cubistas que juegan con la geometría y la composición para replantear el tema incluyendo también nuevas tecnologías como lo fue en el caso de la fotografía, disciplina que utilizó hábilmente la luz como herramienta para explotar el tema de manera creativa.

Si analizamos el tema con respecto a nuestra actualidad, el tema del bodegón se relaciona mucho con el fenómeno de la selfie y nuestras publicaciones en redes sociales, pues la intención no ha cambiado en nada a lo largo de los siglos. Las fotos que usualmente compartimos responden también a la necesidad de demostrar cuánto tenemos: Tengo un teléfono, tengo internet, tengo dinero para comer en un restaurante y le tomo foto a mi comida, puedo viajar, vestir bien, etc. Los medios son diferentes pero las razones son las mismas.

Por último, esta necesidad de mostrar lo que tenemos, nos hace pensar sobre la accesibilidad que tenemos hacia ciertas comodidades a las que las personas de antes no tenían alcance, volviendo al ejemplo de la tecnología, pues la mayoría de las personas tienen un refrigerador y antes resultaba muy limitado tener un objeto de estos.

A continuación, una recopilación de obras que ilustran el tema:


Clara Peeters, bodegón con frutas y flores, 1608-1621.


Pieter Claesz, vanitas con violín y bola de cristal, 1628.


Artista español anónimo, naturaleza muerta con libros y un reloj de arena, 1630-1640.


Jacob Marrel, vanitas, 1637.


Adriaen van Utrecht, naturaleza muerta con bouquet y calavera, 1642.


Bodegón egipcio descubierto en la tumba Menna, siglo XV a. c.


Bodegón casa Félix, encontrado en Pompeya, hacia el año 79 d. c.


Francisco de Zurbarán, bodegón con cacharros, 1650.


Fernando Botero, bodegón con Le Journal, 1992.


Pablo Picasso, naturaleza muerta con rejilla, 1912.


Edward S. Curtis, Bodegón apache en fotografía, 1907.

18 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page
UA-137785514-2