Segundas pieles, serie fotográfica de Miguel Vallinas Prieto.
Buscar o brindar características humanas en todo lo que nos rodea es algo muy común que hacemos con la finalidad de facilitar modo en que percibimos la realidad. Usamos nuestra percepción como una escala de cómo deberían ser las cosas, de ello se detona todo un imaginario de seres y objetos fantásticos que se humanizan al fundir sus características físicas con características humanas y como resultado de esta necesidad es que se gesta el término “Antropomorfización”.
Etimológicamente el Antropomorfismo proviene del griego “Antropos” que significa ser humano y “Morphe” que significa figura (ósea figura humanoide), aunque su concepto refiere más específicamente a la atribución de rasgos, características, cualidades y motivaciones propias de los humanos a seres no humanos, especialmente los animales y objetos inanimados.
Las primeras representaciones plásticas antropomórficas datan desde el paleolítico al encontrarse hallazgos de distintos tipos de piedras talladas con la intención de reproducir en ellas características físicas humanas. Con el desarrollo de la conciencia humana a lo largo del tiempo, nace una necesidad de encontrar respuestas a nuestra razón de existir y es ahí donde se funden el pensamiento mágico con la razón, conformando diversas interpretaciones cosmogónicas para apaciguar la inquietud de ser, enriqueciéndose según las creencias de cada región geográfica.
Al definirse las diversas religiones distintivas de cada civilización, es muy común encontrar deidades constituidas a partir de la hibridación de figuras humanas con animales, pues los animales ocupaban un lugar central en la magia de la religión vinculada a la naturaleza, donde la sola presencia animal evoca al poder de un ser divino que lo creó, convirtiendo al animal en un ser sagrado al que le corresponde un culto propio.
Para muchas religiones toda forma viviente en la naturaleza era divina, por lo que tanto el hombre como los animales están constituidos por un cuerpo que posee un alma y espíritu que les da vida. De ahí deriva todo un universo mitológico que da características humanas a entidades no humanas, pues relacionar la imagen de los animales con los humanos evoca a diversas emociones y significados que los artistas han representado a partir de un amplio acervo de obra.
La antropomorfización está cada vez más presente en nuestra vida cotidiana, pues es un recurso muy habitual en el cine, la literatura e incluso la divulgación de la ciencia. Cuanto mayor es la semejanza emocional o física que percibimos en los animales, más fácil nos resulta identificarnos con ellos y desarrollar un sentimiento de empatía.
Plásticamente la creación de personajes antropomorfizados es un ejercicio muy creativo para la representación plástica, sobre todo en el campo de la animación donde se ha popularizado un género conocido como Furry fandom que se interesa en la ficción de personajes animales antropomorfizados que caminan erguidos, hablan, usan ropa y calzado para captar un mayor interés en el público, aunque también existen críticas sobre la antropomorfización de nuestra actualidad, pues se piensa que limita nuestro pensamiento al forzar a la idea de que lo que nos rodea debe funcionar o acoplarse en razón a cómo nosotros percibimos el mundo.
A continuación, una selección de obras que ilustran parte de un universo de seres antropomorfizados.
Dios Horus representado en la tumba de la reina Nefertari, Valle de los reyes Egipto.
Escultura del Dios Ganesh en el templo de Srikantheswara en Nanjangud India.
Gárgola de la catedral de Notre Dame.
El rapto de Deyanira por el centauro Nesso, Louis Jean François Lagrenée, 1755.
Harpías de Viktor Vasnetsov, 1889.
Sin título, ilustración de Pavel Kuczynski, 2012.
La creación de las aves, Remedios Varo, 1957.
¿Cómo hace el pequeño cocodrilo? Leonora Carrington.
Aggretsuko, serie japonesa de la compañía Fanworks, emitida en el 2016.
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