Detalle de dibujo de cabeza idealizada de mujer por Miguel Ángel.
Hay técnicas de creación artística que suenan tan mágicas que dotan de una connotación más poética a una obra de arte, sobre todo cuando se trata de técnicas muy antiguas retomadas en la actualidad, generando asombro sobre los conocimientos adquiridos a lo largo del tiempo sobre las posibilidades de aprovechamiento de los materiales para la elaboración de una obra. Crear dibujos con el roce de metales valiosos sobre el papel puede escucharse tan mágico que un simple apunte de dibujo se vuelve más inquietante.
El lápiz como lo conocemos actualmente fue una invención del siglo XIX, aunque las cualidades del uso del grafito que los constituye tardaron en ser implementados dentro de la producción plástica al ser un material muy quebradizo en su forma pura, por lo que se utilizaban métodos alternativos para realizar trazos para ilustraciones y escritura. Dentro de estos métodos destaca la técnica del dibujo en “Punta de plata” como una técnica precursora al uso del grafito asemejándose a la utilización de un lápiz convencional al generar líneas grises sobre un soporte cubierto con una preparación que reacciona al contacto con el metal, aprovechando la firmeza de la plata para manipularla en forma de barra o alambre.
El uso de barras de metales como herramientas de escritura se remonta desde el medievo en donde los escribas presionaban barras de metal sobre sus pergaminos para manuscritos, realizando leves surcos en los que pobremente se aprecia el texto. Para el renacimiento el uso de las barras de metal para generar trazos más visibles se había perfeccionado con la creación de una preparación para el papel llamada “imprimatura” (emulsión elaborada a partir de polvo de huesos, goma arábiga y agua), la cual vuelve más receptiva a la superficie de papel ante roce de la punta de plata.
Las líneas aparecen como consecuencia del calor generado por la fricción del metal que se desplaza sobre la hoja imprimada, desprendiendo partículas de plata que se aprecian como líneas grises y definidas. La técnica de punta de plata se hizo popular en Italia entre los siglos XIV y XV, siendo implementada por artistas tan notables como Perugino, Leonardo da Vinci, Rafael, Durero y Filippino Lippi.
Aparte del uso de barras de plata, también se implementaron metales como: oro, cobre, estaño y plomo. Los resultados eran similares, aunque la plata seguía teniendo preferencia entre los artistas, pues sus partículas reaccionan muy bien a la oxidación al reaccionar con el oxígeno del ambiente, generando que con el tiempo las líneas grises se tornaran a tonos sepias y rojos óxidos enriqueciendo cromáticamente a la obra. El resultado era muy satisfactorio para los artistas, pues sus dibujos se colorearían por sí solos con el paso del tiempo.
Como dato curioso, antiguamente los tonos de sepias tan bien vistos en el arte, se obtenían de un calamar llamado Sepia o Jibia, que los griegos pescaban en el mar Adriático para poder sustraer una tinta que da la coloración a la cual se le atribuye el nombre del calamar.
La técnica también presentaba un desafío a la destreza de los artistas como dibujantes, pues los trazos no se pueden borrar, por lo que los errores son irreversibles.
El dibujo con punta de plata es una práctica que no ha muerto, su ejecución recobro interés con los artistas prerrafaelitas, ampliando las fórmulas de la imprimatura para mejorar la reacción de oxidación de la plata. El uso de la técnica sigue vigente en la actualidad por algunos artistas que la han dado a conocer bajo el anglicismo de silver point, que reavivaron el encanto de una reacción química en virtud del enriquecimiento cromático del dibujo como un fenómeno mágico para los observadores de la obra. Conocimiento científico en servicio del arte.
A continuación, algunos ejemplos de la técnica sobre el papel preparado con imprimatura.
Cabeza de mujer, Leonardo da Vinci, 1483.
Busto de guerrero, Leonardo da Vinci, hacia 1480.
La virgen y el niño, Rafael Sanzio, hacia 1509.
Retrato de una joven, Rogier Van der Weyden, 1435.
Autorretrato de Alberto Durero realizado cuando tenía 13 años, 1484.
Retrato de un joven con gorro, Sandro Botticelli, hacia 1485.
Retrato de Mozart por Doris Stock, 1789.
Autorretrato de Hendricks Goltzius.
La sepia.
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