Luisa Roldan, el entierro de cristo, terracota policromada.
Para despedir el mes de la mujer y dar la bienvenida a la semana santa, es muy grato hacer mención de la obra de una muy importante escultora sacra del barroco español, cuya obra tuvo mucha presencia en la imaginería religiosa. Vale la pena precisar que la imaginería en términos de arte es una manera en la que la religión católica se ha servido de la representación artística, para evangelizar a las poblaciones a través de objetos de culto como la gran cantidad de esculturas en madera policromada que se veneran en los recintos religiosos, por lo que este arte se volvió una necesidad que se afinaría durante el barroco a través de las técnicas representativas de la época. A los escultores especializados en estas obras de carácter religioso se les conoce como imagineros y su arte sería llevado a Hispanoamérica para extender la evangelización por medio del culto a la imagen de cristo y los santos.
Luisa Ignacia Roldan Villavicencio fue una escultora nacida en Sevilla en el año de 1652. Se le conoce como “La Roldana “por el apellido de su padre el escultor imaginero Pedro Roldan. Los encargos abundaban en el taller del escultor quien tenia a su servicio a sus hijos quienes seguramente se encargaban de la parte de los acabados de las piezas.
Luisa destacaría entre sus hermanos por su destreza en el oficio al grado de superar las habilidades de su padre. La principal prueba fue a través de un encargo para el padre de Luisa, se trataba una pieza de San Fernando para la catedral de Sevilla. La obra fue rechazada pues no fue del agrado del cabildo quien comisiono el encargo, por lo que Luisa modifico la misma pieza de su padre dotándola de mayor dinamismo al reajustar la pose del santo. El resultado agrado bastante logrando que fuese aprobada por el cabildo.
Mas adelante contrae matrimonio con el escultor Luis Antonio de los Arcos. El padre de Luisa se opuso a este matrimonio, probablemente porque Luis Antonio no tenía ni el reconocimiento de artista, ni la solvencia económica para hacerse cargo de Luisa (en ese entonces una mujer debía ser custodiada por un hombre), así que con tal de emanciparse de su padre se casa con Luis Antonio y abren su propio taller.
Al principio no tenían encargos muy importantes, en su mayoría eran esculturas de maniquíes con cabezas de santos para vestirse, las cuales no eran bien pagadas. Su esposo se encargaba de salir y conseguir los pedidos, mientras que Luisa se encargaba de la dirección del taller y el labrado de las obras, pues por ser mujer se hubiesen frustrado tales comisiones si ella se hubiese encargado de conseguirlas. Pero fue su estancia en Cádiz una etapa muy productiva a través de múltiples comisiones parroquiales.
A finales de 1668 el matrimonio instalo en Madrid para que Luisa hiciera lo que ninguna mujer había logrado hasta ese entonces, ser nombrada “escultora de cámara de la corte” al presentar su obra ante el rey Carlos II. Este nombramiento le permitió un ingreso fijo y una cantidad de encargos importantes por parte de la nobleza y el Clero. Su situación se volvería un poco más precaria al morir Carlos II, pues a pesar de que el rey Felipe V le haya conservado su nombramiento como artista en la corte, el rey le postergaba sus ingresos.
Gran parte de su vida aún se desconoce a falta de mayor evidencia documental. Muere en 1706 después de haber firmado una declaración de pobreza que demostraba su complicada situación para mantenerse.
Sus imágenes están dotadas de un amplio registro de expresiones faciales, lo cual humanizaba más a su obra, logrando un mayor acercamiento de la religión con el pueblo. Son muy distintivos sus grupos escultóricos unidos, esculturas de terracota en pequeños formatos que eran encargos para la aristocracia de su tiempo. Estas pequeñas escenas que representan distintos pasajes litúrgicos se acoplan a la teatralidad característica del barroco con un toque femenino, según describen sus analistas.
Sus obras en tamaño natural están presentes como objetos de culto religioso en una numerosa cantidad de templos y conventos en España, otra parte de su obra se encuentra repartida en colecciones particulares como la de la Hispanic Society of América e importantes museos en Europa y Norteamérica.
Su obra recobro importancia en esta actualidad en la que se busca visibilizar la aportación histórica de las mujeres en la sociedad y rescatar su legado artístico que quedo desvanecido por su condición de mujeres en sociedades patriarcales.
Obras:
Ecce Homo, talla en madera policromada.
La divina peregrina, talla en madera policromada.
Nuestra señora de la soledad, talla en madera policromada.
San Joaquín, Santa Ana y la virgen niña, terracota policromada.
Los primeros pasos de Jesús, terracota policromada.
San Miguel Arcángel y el diablo. Esta obra tiene la particularidad de que el Arcángel parece tener los rasgos faciales de Luisa Roldan y se sostiene la creencia de que el diablo fue representado con el rostro de su marido, dotando a la pieza de un mensaje de la mujer sobre el papel del hombre.
Cabeza de san Juan Bautista.
Cabeza de San Pablo.
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